Saciados con la grosura

LA REINA de Sabá se sorprendió por la suntuosidad de la mesa de Salomón. Quedóse asombrada al ver la provisión para un solo día, y se maravilló igualmente de la cantidad de siervos que comían de la mesa real.

Pero, ¿qué es esto comparado con la abundancia del Dios de gracia? Diez mil veces mil de Su pueblo son alimentados diariamente; hambrientos y sedientos, se llegan con gran apetito al banquete, pero ninguno de ellos se vuelve insatisfecho. Hay suficiente para cada uno, suficiente para todos, suficiente para siempre.

Aunque la multitud que se alimenta en la mesa de Jehová es incontable como las estrellas del cielo, sin embargo cada uno tiene su porción de comida.

Estimado lector, piensa en la cantidad de gracia requerida por un santo, tanto que sólo el Infinito puede suministrarle la cantidad de un solo día. Sin embargo, el Señor extiende Su mesa, no para uno, sino para muchos santos; no por un día, sino por muchos años; no por muchos años, sino generación tras generación.

Observa el rico festín del cual habla el texto: los invitados al banquete de la misericordia quedan satisfechos, más aún, «completamente saciados», y no con comida común, sino con «la grosura de la casa de Dios». Tal banquete es garantizado como una promesa de fidelidad a todos los que pongan su confianza bajo la sombra de las alas de Jehová.

Una vez pensé que si pudiera por lo menos conseguir los pedazos botados en la puerta trasera de la gracia de Dios, quedaría satisfecho, como la mujer que dijo a Jesús: «Aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.»

Pero hallé que ningún hijo de Dios fue jamás servido con migajas y sobras. Como Mefi-boset, todos «comerán siempre a la mesa del Rey.» En cuanto a la gracia de Dios, todos tenemos la porción de Benjamín: tenemos diez veces más de lo que podíamos esperar.

Aunque nuestras necesidades sean grandes, a menudo nos sorprenderemos de la maravillosa abundancia de la gracia que Dios nos dará para disfrutar plenamente.

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