Bástate mi gracia
I NINGUNO de los santos de Dios fuera pobre o tuviera aflicciones, entonces no conoceríamos ni la mitad de los consuelos de la divina gracia.
Cuando nos encontramos con el vagabundo que no tiene dónde reclinar la cabeza, y no obstante, puede decir: «Todavía voy a esperar el Señor;» cuando vemos al pobre que muere de hambre y de sed, y aún así da gloria a Jesús; o cuando vemos a la viuda abrumada por sus aflicciones, y sin embargo, teniendo fe en Cristo; ¡oh, qué honor refleja esto acerca del Evangelio!
La gracia de Dios es demostrada y engrandecida en la pobreza y en las pruebas de los creyentes.
Los santos soportan cada desaliento, porque creen que «todas las cosas les ayudan a bien», y que, de los males aparentes, una bendición real vendrá al fin; creen que su Dios, o los librará de las pruebas en seguida, o, con toda seguridad, los ayudará en la prueba siempre y cuando Él se complazca en mantenerlos en ella.
Esta paciencia de los santos demuestra el poder de la gracia divina. Hay un faro en la mar. La noche es tranquila: yo no puedo, pues, decir si su construcción es sólida. Pero si la tormenta ruge contra el edificio, entonces sabré si permanecerá.
Así es con la obra del Espíritu: si no fuera muchas veces rodeada con aguas tempestuosas, no sabríamos si es verdadera y fuerte. Si los vientos no soplaran sobre ella, no conoceríamos cuán firme y segura es.
Las obras maestras de Dios son aquellos creyentes que perseveran en medio de dificultades, que permanecen firmes e inconmovibles:
Calmado en medio del tumulto,
Por siempre en la victoria confiado.
El que quiera glorificar a su Dios debe tomar en cuenta que se encontrará con muchas pruebas. Ningún hombre puede ser ilustre ante el Señor a menos que sus conflictos sean muchos. Oh cristiano, si tu senda es una de muchas pruebas, regocíjate en ello, porque así manifestarás de una mejor forma la todopoderosa gracia de Dios.
No pienses ni por un momento que Él te pueda faltar; desecha tal pensamiento. El Dios que ha sido suficiente hasta ahora, será digno de confianza hasta el final.
Cuando nos encontramos con el vagabundo que no tiene dónde reclinar la cabeza, y no obstante, puede decir: «Todavía voy a esperar el Señor;» cuando vemos al pobre que muere de hambre y de sed, y aún así da gloria a Jesús; o cuando vemos a la viuda abrumada por sus aflicciones, y sin embargo, teniendo fe en Cristo; ¡oh, qué honor refleja esto acerca del Evangelio!
La gracia de Dios es demostrada y engrandecida en la pobreza y en las pruebas de los creyentes.
Los santos soportan cada desaliento, porque creen que «todas las cosas les ayudan a bien», y que, de los males aparentes, una bendición real vendrá al fin; creen que su Dios, o los librará de las pruebas en seguida, o, con toda seguridad, los ayudará en la prueba siempre y cuando Él se complazca en mantenerlos en ella.
Esta paciencia de los santos demuestra el poder de la gracia divina. Hay un faro en la mar. La noche es tranquila: yo no puedo, pues, decir si su construcción es sólida. Pero si la tormenta ruge contra el edificio, entonces sabré si permanecerá.
Así es con la obra del Espíritu: si no fuera muchas veces rodeada con aguas tempestuosas, no sabríamos si es verdadera y fuerte. Si los vientos no soplaran sobre ella, no conoceríamos cuán firme y segura es.
Las obras maestras de Dios son aquellos creyentes que perseveran en medio de dificultades, que permanecen firmes e inconmovibles:
Calmado en medio del tumulto,
Por siempre en la victoria confiado.
El que quiera glorificar a su Dios debe tomar en cuenta que se encontrará con muchas pruebas. Ningún hombre puede ser ilustre ante el Señor a menos que sus conflictos sean muchos. Oh cristiano, si tu senda es una de muchas pruebas, regocíjate en ello, porque así manifestarás de una mejor forma la todopoderosa gracia de Dios.
No pienses ni por un momento que Él te pueda faltar; desecha tal pensamiento. El Dios que ha sido suficiente hasta ahora, será digno de confianza hasta el final.
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