pocos dias son los del hombre
PODRÍA sernos de gran utilidad, antes de quedarnos dormidos, recordar este lamentable hecho, ya que puede llevarnos a aferrarnos a las cosas terrenales con ligereza.
No hay nada muy agradable en el recuerdo de que no estamos por encima de las flechas de la adversidad, pero puede humillarnos y evitar que nos jactemos como el salmista en nuestra ración matutina: «En mi prosperidad dije:“ No seré conmovido jamás. ”»
Puede evitar que arraiguemos demasiado profundamente en esta tierra de la que pronto seremos trasplantados al jardín celestial.
Tengamos presente la frágil tenencia sobre la que tenemos nuestras misericordias temporales. Si recordamos que todos los árboles de la tierra están marcados para el hacha del leñador, no estaremos tan dispuestos a construir nuestros nidos en ellos.
Debemos amar, pero debemos amar con el amor que espera la muerte y que cuenta con las separaciones. Nuestros queridos parientes simplemente se nos prestan, y la hora en que debemos devolverlos a la mano del prestamista puede ser antes de lo que pensamos.
Esto también es cierto para nuestros bienes terrenales. ¿No es que las riquezas «se hacen alas y vuelan como águila hacia el cielo» ?
Nuestra salud es igualmente precaria. Flores frágiles del campo, no debemos contar con florecer para siempre. Hay un tiempo señalado para la debilidad y la enfermedad, cuando tendremos que glorificar a Dios con el sufrimiento y no con la actividad ferviente.
No hay un solo punto en el que podamos esperar escapar de las afiladas flechas de la aflicción; de nuestros pocos días no hay nadie a salvo del dolor. La vida del hombre es una barrica llena de vino amargo; el que busca alegría en ella, mejor busca miel en un océano salado.
Amado lector, no pongas tus afectos en las cosas de la tierra, sino busca las de arriba, porque aquí «la polilla corrompe, y el ladrón penetra y roba», pero allí todas las alegrías son perpetuas y eternas.
El camino del problema es el camino a casa. Señor, haz de este pensamiento una almohada para muchas cabezas cansadas.
No hay nada muy agradable en el recuerdo de que no estamos por encima de las flechas de la adversidad, pero puede humillarnos y evitar que nos jactemos como el salmista en nuestra ración matutina: «En mi prosperidad dije:“ No seré conmovido jamás. ”»
Puede evitar que arraiguemos demasiado profundamente en esta tierra de la que pronto seremos trasplantados al jardín celestial.
Tengamos presente la frágil tenencia sobre la que tenemos nuestras misericordias temporales. Si recordamos que todos los árboles de la tierra están marcados para el hacha del leñador, no estaremos tan dispuestos a construir nuestros nidos en ellos.
Debemos amar, pero debemos amar con el amor que espera la muerte y que cuenta con las separaciones. Nuestros queridos parientes simplemente se nos prestan, y la hora en que debemos devolverlos a la mano del prestamista puede ser antes de lo que pensamos.
Esto también es cierto para nuestros bienes terrenales. ¿No es que las riquezas «se hacen alas y vuelan como águila hacia el cielo» ?
Nuestra salud es igualmente precaria. Flores frágiles del campo, no debemos contar con florecer para siempre. Hay un tiempo señalado para la debilidad y la enfermedad, cuando tendremos que glorificar a Dios con el sufrimiento y no con la actividad ferviente.
No hay un solo punto en el que podamos esperar escapar de las afiladas flechas de la aflicción; de nuestros pocos días no hay nadie a salvo del dolor. La vida del hombre es una barrica llena de vino amargo; el que busca alegría en ella, mejor busca miel en un océano salado.
Amado lector, no pongas tus afectos en las cosas de la tierra, sino busca las de arriba, porque aquí «la polilla corrompe, y el ladrón penetra y roba», pero allí todas las alegrías son perpetuas y eternas.
El camino del problema es el camino a casa. Señor, haz de este pensamiento una almohada para muchas cabezas cansadas.
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