La mujer de Samaria

Dios mira más allá de nuestros pecados y fracasos 

Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad.

1 Juan 1:1

Lectura texto base.

Juan 4:6-30

Todo lo que Jesús dijo e hizo mientras estuvo en la tierra tuvo un propósito, con amor y veracidad. Esto es evidente en su encuentro con la mujer samaritana. Conectó su necesidad física de agua con su necesidad espiritual de lo único que podía satisfacer los anhelos de su corazón: el agua viva que solo Él podía ofrecer.

Las amorosas palabras de Jesús perforaron su alma: «Todo el que beba esta agua volverá a tener sed –respondió Jesús– pero el que beba del agua que yo le daré no volverá a tener sed jamás, sino que dentro de Él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna» (versículos 13–14) NVI. Algo profundo dentro de ella le hizo entender que hablaba de algo más que agua. «¡Por favor!», pensó, «¡ayúdame! ¡Satisface esta sed interior que nunca desaparece!»

El inesperado encuentro con un extraño de modales tranquilos la tomó desprevenida, le hizo darse cuenta de su sed. Tenía sed de respuestas que la sacaran de su baja condición en la vida, respuestas que harían innecesaria su caminata solitaria al pozo todos los días. Ella quería gritar, «¡Sí! Por favor, dame agua viva, dame lo que mi alma está pidiendo a gritos».

Jesús le dijo: «Ve a llamar a tu marido, y luego vuelve acá.»  La mujer le dijo: «No tengo marido.» Jesús le dijo: «Haces bien en decir que no tienes marido,  porque ya has tenido cinco maridos, y el que ahora tienes no es tu marido. Esto que has dicho es verdad.»

San Juan 4:16‭-‬18 RVC

Jesús miró su espíritu herido y le dijo: «Ve a llamar a tu esposo y vuelve acá». La vergüenza la envolvió.

 «No tengo esposo», respondió ella.

«Bien has dicho que no tienes esposo. Es cierto que has tenido cinco, y el que ahora tienes no es tu esposo».

Ella levantó los ojos nerviosamente para mirarlo, en espera del desdén habitual. Pero no vio condena en su mirada, sino algo más. Él sabía acerca de su pecado, pero no miró hacia otro lado ni retrocedió para distanciarse de ella.

Jesús usó la revelación profética sobre sus relaciones pasadas y la presente no para condenarla o hacerla sentir culpable y avergonzada, sino para abrirle el corazón a la verdad y llevarla a la respuesta que necesitaba: la redención.

Jesús desafió las costumbres y la cultura de su tiempo al hablar con una mujer de orígenes y reputación despreciados. Vio un alma perdida que valía la pena salvar, y eso es lo que ve todavía hoy.

Él te ve, querida amiga. Él ve tus necesidades más profundas como nadie más puede hacerlo. Él te ve, te ama y te valora. ¡Él quiere satisfacer las necesidades de tu vida como nada y nadie más puede hacerlo!

Escribe en tu diario hoy. 

Como cristianos, Dios nos llama a cada uno de nosotros a caminar en libertad, sin ataduras de culpa y vergüenza. Si todavía sientes culpa y vergüenza por errores pasados, considera escribir algunos de los versículos que encontrarás en la lectura de hoy y pégalos en tu espejo o refrigerador, configúralos como fondo de tu teléfono o grábalos en tu memoria. Deja que la Palabra de Dios lave tu corazón y tu mente con su perdón amoroso y que lo llene de la verdad.

Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad.

1 Juan 1:9 RVC

https://bible.com/bible/146/1jn.1.9.RVC

El Señor sacia la sed del sediento, y colma con buena comida al hambriento.

Salmos 107:9 RVC

https://bible.com/bible/146/psa.107.9.RVC

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